martes, 19 de marzo de 2013

Última entrada del diario de Hitler


29 de abril de 1945

      Ya no hay nada que hacer, mi misión aquí ha acabado… El III Reich se desploma, y la SS con él. Los soviéticos y comunistas están cada vez más cerca del búnker, y los que yo creía allegados como Himmler, al que pensé como mi sucesor, o Göring, en el que confié a pesar del fracaso de la Luftware en la batalla de Inglaterra, me han traicionado. Querían que abandonara con ellos la guerra, pero me he negado, pienso aguantar hasta el final y morir en Berlín. Después de la humillación que sufrimos con el Tratado de Versalles, no quiero darle a Churchill, Roosevelt y Stalin la satisfacción de que yo huya como un cobarde.
      La rabia que me había producido perder la Gran Guerra y la formación de la estrepitosa República de Weimar fue lo que me llevó a coger las riendas para defender los intereses de mi nación. Reorganicé el partido Nacionalsocialista con la esperanza de llegar al poder y convertir a la raza aria en la más poderosa del mundo. En el putsch de Munich lo intenté, pero me encarcelaron. Eso me sirvió para escribir todo lo que pensaba en mi libro Mein Kampf y explicar el programa que llevaría a cabo. Después de muchos años de esfuerzo el presidente Hindemburg me nombró Canciller de Alemania tras elecciones de 1933. El acabar con el Reichstag y la muerte del presidente de la República, supusieron el fin de los últimos obstáculos para mi posesión total del poder en Alemania. Seguidamente nombré a mi gran amigo Joseph Goebbels  ministro de  propaganda por su gran oratoria, quién hasta hoy sigue aquí en el búnker demostrando su fidelidad incluso en estos últimos momentos tan difíciles…
      Con una necesaria purga eliminé a los oponentes de mi propio partido y a los colaboradores de dudosa fidelidad dándoles su merecido en la noche de los cuchillos largos. También quise dejar claro la importancia de nuestra raza, y con las Leyes de Núremberg se estableció una diferencia con las razas impuras, como los judíos y los gitanos, a las que el plan de la solución final en el Treblinka comenzó a hacerlas desaparecer. Una gran noche para recordar sin duda,  fue la de los cristales rotos, donde hicimos comprender quién mandaba.
      Conseguí llevar a Alemania a una rápida recuperación y a ponerla a la cabeza de Europa. En las Olimpiadas de Berlín de 1936 demostramos nuestra grandeza y antes de mi aparición en ellas el zeppelín Hindemburg sobrevoló el estadio olímpico, dejando envida en todos los países. Ese mismo año el general Francisco Franco me pedía ayuda en su sublevación contra su república siguiendo mi ejemplo. Ocasión que no desperdicié probando mis nuevas armas de guerra. Comencé mi expansión recuperando territorios perdidos en la Gran Guerra y logrando el anschluss con Austria y los Sudetes, que me fueron concedidos en la conferencia de Múnich a la que asistieron Mussolini, Chamberlain y Daladier.
      El comienzo de la guerra trajo mis primeras invasiones como la de París, Dinamarca, Noruega, Benelux y Francia. Toda la sangre derramada era justificada, pues estaba llevando al régimen a lo más alto.
      Pero de repente todo empieza a ir mal, sufrimos una inminente derrota en Stalingrado, después en la batalla de Normandía, perdiendo a Francia, y también el bombardeo de Dresde decidido en la conferencia de Yalta por los estadounidenses y británicos que lleva a Sajonia a la perdición. He puesto mucho cuidado desde que la Guarida del Lobo quedó arrasada por la bomba que colocó Stauffenberg para intentar asesinarme, y cada vez es más complicado hacerlo. Desde entonces los soviéticos avanzan sin descanso hacia aquí. Lo he intentado todo, pero en los que yo confiaba han hecho un complot contra mí y quieren que Alemania se rinda. Ellos están intentando escapar con la ODESSA, pero mi destino está aquí.
      Estas son mis últimas horas, ya he preparado mi casamiento con Eva Braun y antes de que los soviéticos lleguen al búnker me suicidaré junto a ella y ordenaré que incineren nuestros cuerpos para no correr la misma suerte que Mussolini, a quién tras caer su República Social Italiana y ser fusilado, su cuerpo ha sido expuesto a toda clase de ultrajes y vejaciones.
      He repartido veneno a mis más allegados para que se suiciden también y no tengan que ser apresados o fusilados cuando lleguen los rusos. Mi perra Blondi ha sido la primera en probar el veneno, ha muerto casi en el acto. Yo me suicidare con un disparo en la cabeza…
      Poco a poco la grandeza de Alemania se desvanece y llega el momento de decir adiós. Probablemente mañana miles de alemanes me odien por esto, pero es lo mejor para todos. El mundo nunca olvidará nuestra grandeza, la esvástica quedará como recuerdo de lo que un día fuimos…


Adolf Hitler

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